Los seres humanos desde la antigüedad hasta nuestros días, hemos expresado sentimientos por medio de actitudes o sonidos. El hombre primitivo y actual, utiliza su cuerpo para reproducir sonidos de agrado y desagrado. Incluso, música como lo hacen algunas tribus indígenas apegadas a sus costumbres ancestrales. Una de las expresiones de agrado más antiguas que utiliza el hombre para expresar su satisfacción son los aplausos. Del latín “applaudere”, el origen de los aplausos se remonta a los teatros más grandes en las ceremonias de los romanos y otras culturas de la época.
Origen de los aplausos
Los aplausos poseen orígenes muy diversos, ya que muchas culturas antiguas tenían sus formas particulares de aplaudir. Incluso, los romanos organizaron niveles para los aplausos según el ruido que provocaban. Con las puntas de cada dedo generaban un ruido leve, y era el nivel más bajo que había. Con las palmas se generaba un sonido más fuerte y agudo, pero el grado más alto de agrado o satisfacción era con las manos huecas. Es decir aplaudir con las palmas de las manos cóncavas, generaba un ruido más grave pero estruendoso en los teatros y coliseos.
Hubo emperadores que reemplazaron el agitar la toga o faldón como signo de reverencias, les quitaron protagonismo dando lugar a los pañuelos blancos que se agitaban. Mientras más pañuelos blancos se vieran en un público, más alabanzas se recibían. Esto a su vez fue reemplazado por otra manera, desde entonces los aplausos tomaron su lugar en la historia. Los romanos luego de terminar sus obras o presentaciones también los ponían en práctica.
¿Cómo era llevada la dinámica de los aplausos en la antigüedad?
Los aplausos actualmente en la historia del teatro y cualquier tipo de presentación en público pueden decirse, que han evolucionado hasta el punto de considerarse un acto que no debe tener un orden específico. Ya que en la antigüedad se pedía un orden específico y lo lideraba alguien remunerado. En otras palabras, se les pagaba a personas del público para que guiaran el momento de los aplausos.
Por otro lado, también se usaba como saboteo. En ocasiones, optaban por ofrecerles sumas de dinero a personas para que expresaran un descontento con el fin de perturbar la paz en el teatro. También había quienes pagaban para que les aplaudieran con su entrada. Existió un emperador romano que invirtió grandes sumas de dinero pagándoles a personas, con la condición de que estas le aplaudieran cuando él hiciera sus entradas. En ese entonces, el emperador pagó a más de 5000 personas para ello. Es un comportamiento tan primitivo como el hecho de que procedemos de los monos, estos animales también poseen la capacidad de hacerlo.