El origen del cristianismo, pese a ser muy claro para muchos creyentes, no lo es tanto para los historiadores. Aunque todos lo centran en el nacimiento y la obra de Jesús De Nazaret, es una figura histórica no exenta de polémica.

Cuál es el origen del cristianismo

El origen del cristianismo se basa en la vida de Jesús De Nazaret. Él fue el mesías que profetizaba el Antiguo Testamento. Se cree que fue carpintero, igual que su padre, bautizado a los 30 años por Juan el Bautista, un profeta.

Tras el bautismo, Jesús comienza a expandir la palabra de un Dios único, de quien él es hijo, por los territorios judíos de la actual Israel. Finalmente, acabaría sacrificándose y muriendo la cruz por blasfemo según la ley judía, y por conspirador y por rebelión por parte de los romanos.

No obstante, los Evangelios escritos por Marcos, Lucas, Mateo y Juan son bastante posteriores a la vida de Jesús. De hecho, los historiadores tienen serios problemas para encontrar vestigios de la verdadera existencia de este mesías.

Aunque Jesús se acompañó de 12 apóstoles que llevarían su palabra por otros territorios, la verdadera expansión del cristianismo llegaría tiempo después, por medio de Pablo de Tarso. Luego, todavía tardaría 300 años en expandirse por todo el Imperio romano. Fue Constantino I quien la reconoció como religión legal. Más tarde, fue Teodosio el que 80 años después la convirtió en la creencia oficial de Roma.

Las dudas sobre el nacimiento del cristianismo

Los orígenes de esta religión son realmente complejos, como ya hemos comentado. No obstante, siglos después se demostró que los pueblos europeos habían sido muy permeables a ella. Incluso los bárbaros, una vez cayó Roma, dieron gran importancia al cristianismo, que tuvo un enorme peso durante la Edad Media.

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Sin embargo, existen historiadores que no creen en la verdadera existencia del Jesús histórico. Algunos, como Bart Ehrman, consideran que todo fue una treta de los romanos para acabar con las revueltas en la zona. Al parecer, existía un grupo religioso fuertemente armado, los Zealots o Fanáticos. Estos obligaban a Roma a enviar constantes tropas para apaciguar revueltas. Dado el poderoso componente religioso que estos grupos poseían, decidieron inventar una religión que hablaba de paz, perdón y hermandad. De ahí surgió la figura de Jesús, el mesías que predicaba la no violencia.

Sin bien es cierto que los historiadores de la época no nombran a Jesús en sus escritos, parece complejo creer que el personaje histórico no existiese realmente. Es muy posible que su presencia fuera más bien local, o no tuviera tanta repercusión como se ha hecho creer posteriormente. De hecho, gran parte de ‘culpa’ de la fuerza del cristianismo es de Pablo de Tarso, cuya labor es posterior a la muerte de Jesús.

Sea como fuere, la labor de unificar la liturgia cristiana fue papel de los emperadores romanos. Constantino, tras ser bautizado, encarga a los obispos que guíen el pensamiento cristiano, religión oficial del estado. Mientras, en los concilios se define la doctrina, hasta entonces muy dispersa según pueblos, regiones y tradiciones.