¿Te gustaría saber quién le puso nombre a la Vía Láctea y cómo se hizo? Es una pregunta que se ha hecho mucha gente. Como es lógico, es una duda razonable, dado que no es precisamente una vía o calle, y nada tiene que ver con los productos lácteos, como podrás imaginar. Sin embargo, para llegar al origen de esta cuestión, nos hemos de remontar unos miles de años hacia el pasado.

¿Quién le puso nombre a la Vía Láctea y por qué?

Veamos ya quién le puso nombre la Vía Láctea y el por qué. Aunque no siempre se ha llamado así, su nomenclatura definitiva viene del tiempo de los antiguos romanos. Para ellos, esa macha blanca sobre el cielo oscuro parecía un camino de leche, que es lo que significa básicamente este nombre en latín.

Sin embargo, los romanos adaptaron este nombre del término griego kyklos, que se puede traducir como ‘círculo lechoso’ o algo así. Es decir, que las culturas clásicas que tanto han influenciado la sociedad actual percibían la galaxia en la que vivimos como un camino blanco marcado por el producto lácteo.

Según la mitología griega, aquel camino lechoso se debía a la leche que se derramaba el pecho de la diosa Hera. Más tarde, en el panteón de dioses romanos, Hera sería sustituida por Juno.

No obstante, más allá de hechos mitológicos, tanto griegos como romanos sabían que en realidad no era un camino, sino un enorme cúmulo de miles de estrellas. De hecho, ya Demócrito en el 400 a.C. afirmó que aquel conglomerado podían ser soles. No obstante, esta afirmación no es contrastada y confirmada hasta 2000 años después, cuando Galileo Galilei observa la Vía Láctea con su telescopio.

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Qué es la Vía Láctea

Como ya sabemos, la Vía Láctea es un enorme conjunto de unos 200.000 millones de estrellas alrededor de un enorme agujero negro. Así es como nacen y mueren la mayor parte de las estrellas en el universo.

La Vía Láctea es una de las 40 galaxias que se ubican en lo que llamamos Grupo Local. Y es que, de la misma forma que las estrellas tienden a formarse en grandes cúmulos, también las galaxias hacen lo propio. De nuestro vecindario podemos hablar, por ejemplo, de Adrómeda, otra gran galaxia cercana de gran brillo en el firmamento.

En total, se estima que la Vía Láctea tiene unos 100.000 años luz de extremo a extremo. Es decir, que, si viajásemos a la velocidad de la luz, que es de unos 300.000 km/segundo, tardaríamos 100.000 años en recorrer la galaxia desde una punta a otra.

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Nuestro planeta, la Tierra, y el Sistema Solar, se encuentran en la parte media de uno de los brazos en espiral de la galaxia, a casi 28.000 años luz del núcleo. En su centro se ubica una enorme densidad de estrellas y un gigantesco agujero negro que engulle todo cuanto absorbe, incluida la luz. Allí es prácticamente imposible la vida como la conocemos.

Aunque siempre se ha pensado que la Vía Láctea es una galaxia en espiral, las últimas observaciones la sitúan con espiral barrada. Quiere decir que una especie de barra o camino la cruza de extremo a extremo por su centro.